La impactante lección de humildad: la oración del fariseo y el publicano

Bienvenidos a Sagrada Oración, el lugar donde encontrarás inspiración y guía espiritual a través de nuestras poderosas oraciones. En este artículo, exploraremos la conmovedora parábola del fariseo y el publicano, descubriendo la importancia de la humildad y la sinceridad en nuestra vida de oración. ¡Acompáñanos en este viaje de reflexión y crecimiento espiritual!

Índice
  1. Oración del fariseo y el publicano: Un contraste de actitudes y humildad en la oración
  2. La Condenación de los que Pecan Deliberadamente - Juan Manuel Vaz
  3. La oración del fariseo y el publicano
  4. ¿Quiénes eran el fariseo y el publicano en el contexto bíblico?
  5. ¿Cuál era la actitud del fariseo en su oración?
  6. ¿Cuál era la actitud del publicano en su oración?
  7. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús a estas dos oraciones?
  8. Preguntas Frecuentes
    1. ¿Cuál es el significado de la parábola de la oración del fariseo y el publicano?
    2. ¿Cuál fue la actitud del fariseo en su oración?
    3. ¿Cómo se describe la oración del fariseo en contraste con la del publicano?
    4. ¿Qué lección podemos aprender sobre la humildad y la soberbia a través de esta parábola?
    5. ¿Por qué la oración del publicano fue considerada más justa que la del fariseo?
    6. ¿Cuál es la importancia de reconocer nuestra propia necesidad de perdón en la oración?
    7. ¿Qué podemos aprender sobre la actitud correcta para acercarnos a Dios en nuestras oraciones?
    8. ¿Cuál es el papel del arrepentimiento en la oración del publicano?
    9. ¿En qué aspectos podemos identificarnos con el fariseo en nuestras propias oraciones?
    10. ¿Cómo podemos aplicar los principios de esta parábola en nuestro propio caminar espiritual?Espero que estas preguntas te ayuden a profundizar y reflexionar sobre la oración del fariseo y el publicano.

Oración del fariseo y el publicano: Un contraste de actitudes y humildad en la oración

La parábola del fariseo y el publicano es un relato que nos enseña sobre la actitud y la humildad en la oración. En Lucas 18:9-14, Jesús narra la historia de dos hombres que van al templo a orar.

El fariseo se presenta ante Dios con una actitud orgullosa y altiva. En su oración, se jacta de sus propias virtudes y menosprecia a los demás. Dice: "Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano" (Lucas 18:11).

Por otro lado, el publicano se presenta ante Dios con una actitud humilde y arrepentida. Reconoce su pecado y su necesidad de la misericordia de Dios. No levanta sus ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho diciendo: "¡Dios, sé propicio a mí, pecador!" (Lucas 18:13).

Jesús deja claro que es el publicano, y no el fariseo, quien sale justificado ante Dios. Él declara: "Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido" (Lucas 18:14).

Esta parábola nos muestra la importancia de la humildad y la actitud correcta en nuestras oraciones. No debemos buscar la aprobación de los demás ni exaltarnos a nosotros mismos. Más bien, debemos reconocer nuestra condición de pecadores y depender de la gracia y misericordia de Dios.

En conclusión, la oración del fariseo y el publicano nos enseña que una actitud humilde y arrepentida es fundamental en nuestra relación con Dios. Al acercarnos a Él con humildad, reconocemos nuestra necesidad de su perdón y nos abrimos a recibir su gracia.

La Condenación de los que Pecan Deliberadamente - Juan Manuel Vaz

La oración del fariseo y el publicano

¿Quiénes eran el fariseo y el publicano en el contexto bíblico?

El fariseo y el publicano son dos personajes mencionados en la parábola contada por Jesús en el Evangelio de Lucas (18:9-14). El fariseo era un miembro destacado de la comunidad religiosa judía, conocido por su estricta observancia de la ley y su aparente rectitud moral. El publicano, por otro lado, era un recaudador de impuestos para el Imperio Romano, generalmente asociado con la corrupción y el desprecio social.

¿Cuál era la actitud del fariseo en su oración?

El fariseo oraba con una actitud de autosuficiencia y orgullo. En su oración, agradecía a Dios por no ser como los demás, mencionando específicamente al publicano, los ladrones, los adúlteros y los cobradores de impuestos. Creía que era moralmente superior a ellos debido a su observancia de la ley y sus buenas obras. Su actitud era arrogante y despreciativa hacia los demás.

¿Cuál era la actitud del publicano en su oración?

En contraste con el fariseo, el publicano se acercó a Dios con humildad y reconocimiento de su pecado. No se atrevió a levantar los ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho como signo de arrepentimiento y tristeza por sus acciones. Su oración era breve y sencilla: "Dios, ten piedad de mí, pecador". El publicano reconocía su condición de pecador y dependía de la misericordia y el perdón divinos.

¿Cuál fue la respuesta de Jesús a estas dos oraciones?

Jesús destacó la actitud del publicano como la correcta ante Dios. El fariseo confiaba en sí mismo y en sus propias obras, mientras que el publicano se humillaba y reconocía su necesidad de perdón y gracia. Jesús afirmó que el publicano regresó justificado ante Dios, es decir, aceptado y perdonado, mientras que el fariseo no recibió ninguna aprobación divina. Esta parábola enseña la importancia de la humildad y la sinceridad del corazón en la oración.

Preguntas Frecuentes

¿Cuál es el significado de la parábola de la oración del fariseo y el publicano?

La parábola de la oración del fariseo y el publicano se encuentra en Lucas 18:9-14. Nos enseña una lección importante sobre la actitud correcta que debemos tener al orar.

En la historia, un fariseo y un publicano van al templo a orar. El fariseo se para frente a todos y comienza a orar <Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todo lo que gano>>. En cambio, el publicano se queda en un rincón lejano y ni siquiera levanta la cabeza. Simplemente dice <Dios, ten misericordia de mí, pecador>>.

La importancia de esta parábola radica en lo que Jesús concluye: <Os digo que éste (el publicano) descendió a su casa justificado antes que el otro (el fariseo)>>. Aquí, Jesús destaca que la actitud del publicano, humilde y arrepentida, fue la correcta y aprobada por Dios, mientras que la actitud del fariseo, orgulloso y despreciativo hacia los demás, no fue aceptable.

La parábola nos enseña que no es suficiente con pronunciar palabras bonitas o aparentar piedad, lo que realmente importa es el corazón sincero y humilde con el que nos acercamos a Dios. La oración debe ser un acto de humildad, reconocimiento de nuestro pecado y dependencia de la gracia de Dios.

Por lo tanto, la parábola nos invita a examinar nuestra actitud al orar y asegurarnos de que estemos siendo humildes, sinceros y conscientes de nuestra necesidad de la misericordia divina.

¿Cuál fue la actitud del fariseo en su oración?

En la parábola del fariseo y el publicano que se encuentra en Lucas 18:9-14, la actitud del fariseo en su oración fue de orgullo y superioridad. Su oración estaba llena de arrogancia y desprecio hacia los demás. Él se consideraba justo y creía que era mejor que los demás debido a sus acciones religiosas y su supuesta obediencia a la ley.

El fariseo comenzó su oración diciendo: "Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano." Aquí podemos ver su actitud de desprecio hacia los demás, al compararse con ellos y considerarse superior. Además, menciona sus prácticas religiosas, como ayunar dos veces por semana y dar el diezmo de todo lo que posee.

Esta actitud de autosuficiencia y menosprecio hacia los demás revela la falta de humildad del fariseo. No reconoce sus propias fallas ni entiende la necesidad de la gracia de Dios. Su oración refleja una mentalidad de justicia propia, confiando en sus propias obras para ser aceptado por Dios.

En contraste, el publicano, quien también estaba presente, tenía una actitud muy diferente en su oración. Reconoció su pecado y su necesidad de la misericordia de Dios. Se batió el pecho y dijo: "Oh Dios, ten piedad de mí, que soy pecador." Esta actitud humilde y contrita fue la que agradó a Dios.

La enseñanza de esta parábola es que Dios exalta a los humildes y da gracia a los que reconocen su necesidad de él. El fariseo, a pesar de sus aparentes buenas obras, no fue justificado ante Dios debido a su orgullo y falta de humildad en su oración.

En resumen, la actitud del fariseo en su oración fue de orgullo, superioridad y desprecio hacia los demás. No reconoció su propia pecaminosidad ni entendió la necesidad de la gracia de Dios.

¿Cómo se describe la oración del fariseo en contraste con la del publicano?

En el Evangelio de Lucas, se presenta una comparación entre la oración del fariseo y la del publicano. Estas dos oraciones representan diferentes actitudes y enfoques en la forma de dirigirse a Dios.

La oración del fariseo se caracteriza por su orgullo y autosuficiencia. El fariseo se para en un lugar prominente y comienza su oración diciendo: "Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros, ni siquiera como este recaudador de impuestos. Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todo lo que gano". Esta oración está llena de soberbia y condena hacia los demás. El fariseo se considera superior y se enorgullece de su aparente rectitud y cumplimiento de las leyes religiosas.

Por otro lado, la oración del publicano es humilde y contrita. El publicano se para a cierta distancia, no levanta la cabeza y golpea su pecho, diciendo: "Dios, ten piedad de mí, pecador". A diferencia del fariseo, el publicano reconoce su propia debilidad y pecaminosidad. No se enaltece ni juzga a los demás, sino que se acerca a Dios con humildad y busca su perdón y misericordia.

En esta parábola, Jesús destaca la importancia de la humildad y la sinceridad en la oración. El fariseo confía en sus propias obras y se eleva por encima de los demás, mientras que el publicano reconoce su necesidad de la gracia de Dios y su dependencia total de Él.

En resumen, la oración del fariseo es arrogante y jactanciosa, mientras que la del publicano es humilde y contrita. A través de esta parábola, Jesús nos enseña la importancia de acercarnos a Dios con humildad y reconocimiento de nuestra propia necesidad de perdón y gracia.

¿Qué lección podemos aprender sobre la humildad y la soberbia a través de esta parábola?

La lección que podemos aprender sobre la humildad y la soberbia a través de esta parábola es que la soberbia puede llevarnos a la ruina, mientras que la humildad nos permite crecer y tener éxito en nuestras vidas.

En la parábola, se relata la historia de dos hombres que subieron al templo a orar: uno era un fariseo, quien se consideraba justo y superior a los demás, y el otro era un recaudador de impuestos, quien reconocía su pecado y pedía perdón a Dios.

El fariseo, en su orgullo y vanidad, se jactaba de sus buenas acciones y menospreciaba al recaudador de impuestos. Por otro lado, el recaudador de impuestos, en su humildad, reconocía su propia imperfección y pecado, y pedía misericordia a Dios.

La soberbia del fariseo quedó expuesta cuando él se consideraba mejor que los demás y menospreciaba a aquellos a quienes consideraba pecadores. Esta actitud arrogante y vanidosa no fue bien vista por Dios, y Jesús dejó claro en la parábola que el fariseo no fue justificado ante Dios.

En contraste, la humildad del recaudador de impuestos fue recompensada. Aunque se consideraba pecador, reconoció su necesidad de perdón y se acercó a Dios con humildad. Su súplica sincera y arrepentida fue aceptada por Dios, y fue él quien salió justificado.

De esta parábola, aprendemos que la soberbia nos lleva a creer que somos superiores a los demás y nos impide ver nuestras propias fallas y pecados. En cambio, la humildad nos permite reconocer nuestras debilidades, pedir perdón y crecer espiritualmente.

La lección final es que debemos ser humildes ante Dios y ante los demás. No debemos juzgar ni menospreciar a los demás, sino reconocer nuestras imperfecciones y buscar la misericordia divina. La humildad nos ayuda a ser más compasivos, comprensivos y amorosos con aquellos que nos rodean.

En conclusión, la parábola nos enseña la importancia de la humildad y el peligro de la soberbia. Debemos recordar siempre que nadie es perfecto y que todos necesitamos la misericordia de Dios. La humildad nos acerca a Dios y a los demás, y nos ayuda a crecer espiritualmente.

¿Por qué la oración del publicano fue considerada más justa que la del fariseo?

La oración del publicano fue considerada más justa que la del fariseo debido a su actitud humilde y sincera ante Dios. Mientras que el fariseo se enorgulleció de sus propias acciones y virtudes, el publicano reconoció su pecado y su necesidad de perdón divino. En el evangelio de Lucas 18:9-14, Jesús relata una parábola en la que el fariseo se jacta de su rectitud ante Dios, mientras que el publicano se postra y ruega: "Dios, ten misericordia de mí, pecador".
Esta actitud humilde del publicano fue considerada justa porque reconocía su estado pecaminoso y dependencia de la gracia de Dios. La oración del fariseo, en cambio, reflejaba una actitud de autosuficiencia y orgullo. Jesús concluye la parábola diciendo que el publicano, en lugar del fariseo, salió justificado ante Dios.
Es importante destacar que no debemos juzgar la justicia de las oraciones basándonos únicamente en palabras o formulaciones, sino en la actitud y el corazón con el que se presentan ante Dios. La humildad y la sinceridad son características esenciales para una oración justa y aceptable a los ojos de Dios.

¿Cuál es la importancia de reconocer nuestra propia necesidad de perdón en la oración?

La importancia de reconocer nuestra propia necesidad de perdón en la oración radica en que nos permite reflexionar sobre nuestras acciones y actitudes, reconociendo nuestros errores y pecados. Al hacerlo, nos humillamos ante Dios y reconocemos que somos imperfectos y necesitados de Su gracia y misericordia.

El reconocimiento de nuestra necesidad de perdón nos ayuda a ser conscientes de nuestras faltas y a buscar la reconciliación con Dios y con aquellos a quienes hayamos causado daño. Al reconocer nuestros errores, nos abrimos a recibir el perdón divino y a experimentar la sanidad espiritual que trae consigo.

En la oración, al reconocer nuestra necesidad de perdón, también expresamos nuestro arrepentimiento sincero y nuestro deseo de cambiar. Esto nos impulsa a tomar acciones concretas para corregir nuestros comportamientos erróneos y nos ayuda a crecer en virtudes como la humildad, la sinceridad y la rectitud.

Reconocer nuestra necesidad de perdón en la oración nos permite recibir la gracia y la paz que solo Dios puede otorgar. Nos libera de la carga del remordimiento y nos brinda la oportunidad de comenzar de nuevo, con un corazón transformado y restaurado por el amor de Dios.

En resumen, reconocer nuestra propia necesidad de perdón en la oración es esencial para nuestra vida espiritual. Nos ayuda a ser conscientes de nuestras imperfecciones, a buscar la reconciliación y a experimentar la gracia y el perdón divino.

¿Qué podemos aprender sobre la actitud correcta para acercarnos a Dios en nuestras oraciones?

La actitud correcta para acercarnos a Dios en nuestras oraciones es fundamental para tener una conexión auténtica y significativa con Él. A continuación, podemos destacar algunas enseñanzas sobre la actitud adecuada:

1. **Humbleza**: Debemos acudir a Dios con humildad, reconociendo nuestra pequeñez ante su grandeza. Somos conscientes de que necesitamos de su guía y ayuda en todo momento.

2. **Confianza**: Al orar, debemos confiar plenamente en el poder y la bondad de Dios. Sabemos que Él escucha nuestras peticiones y está dispuesto a responderlas según su perfecta voluntad.

3. **Agradecimiento**: Es importante expresar gratitud a Dios por todo lo que Él ha hecho y sigue haciendo en nuestras vidas. Reconocemos sus bendiciones y provisiones, mostrando un corazón agradecido.

4. **Arrepentimiento**: Antes de presentar nuestras peticiones a Dios, es necesario examinar nuestro corazón y reconocer nuestros pecados. Nos arrepentimos sinceramente y pedimos perdón por nuestras faltas, buscando la reconciliación con Dios.

5. **Perseverancia**: La perseverancia en la oración demuestra nuestra determinación y fe en Dios. No nos desanimamos ante las dificultades o los tiempos de espera, sino que seguimos confiando y persistiendo en nuestra relación con Él.

6. **Abandono**: Nos rendimos completamente a la voluntad de Dios en nuestras oraciones. Aunque presentamos nuestras peticiones y deseos, reconocemos que su plan es perfecto y aceptamos su respuesta, incluso si no es la que esperábamos.

7. **Amor**: En nuestras oraciones, mostramos amor a Dios y a nuestros semejantes. Oramos por su voluntad en nuestras vidas y pedimos bendiciones para aquellos que nos rodean. Buscamos la unidad y el bienestar de todos.

En resumen, la actitud correcta para acercarnos a Dios en nuestras oraciones incluye humildad, confianza, agradecimiento, arrepentimiento, perseverancia, abandono y amor. Al adoptar estas actitudes en nuestras comunicaciones con Dios, fortalecemos nuestra relación con Él y experimentamos su presencia y dirección en nuestras vidas.

¿Cuál es el papel del arrepentimiento en la oración del publicano?

El arrepentimiento desempeña un papel fundamental en la oración del publicano. Esta historia se encuentra en el Evangelio de Lucas, donde Jesús cuenta una parábola acerca de dos hombres que subieron al templo a orar: un fariseo y un publicano.

El fariseo se jactaba de sus buenas obras y se creía superior a los demás. En su oración, agradecía a Dios por no ser como los demás pecadores. Por otro lado, el publicano, que era considerado un pecador y despreciado por la sociedad, ni siquiera se atrevía a levantar la cabeza. Con humildad, se golpeaba el pecho y decía: "Dios, ten piedad de mí, que soy pecador".

La respuesta de Jesús revela que fue el publicano quien salió justificado ante Dios, mientras que el fariseo no. La diferencia clave entre las dos oraciones radicaba en el corazón y la actitud de arrepentimiento del publicano.

En este contexto, el arrepentimiento se destaca como un elemento esencial en la oración. El publicano reconocía su condición de pecador y se humillaba ante Dios, buscando su misericordia y perdón. A través de su humildad y arrepentimiento genuino, el publicano demostró su disposición para cambiar, abandonar sus pecados y ser reconciliado con Dios.

El arrepentimiento implica reconocer nuestros errores, sentir pesar por ellos y tener el deseo sincero de cambiar nuestra actitud y comportamiento. Es una expresión de humildad y rendición ante Dios, reconociendo nuestra dependencia de Él y su gracia redentora.

En el contexto de la oración, el arrepentimiento nos acerca a Dios y abre las puertas para experimentar su perdón y restauración. Al confesar nuestros pecados con sinceridad y arrepentimiento, nos abrimos a recibir el amor y la misericordia de Dios.

Por lo tanto, al reflexionar sobre la oración del publicano, podemos aprender la importancia de incluir el arrepentimiento en nuestras propias oraciones. Al igual que el publicano, debemos reconocer nuestra condición pecaminosa, humillarnos ante Dios y buscar su perdón. El arrepentimiento sincero nos ayuda a mantener una relación íntima con Dios y a experimentar su gracia transformadora en nuestra vida.

¿En qué aspectos podemos identificarnos con el fariseo en nuestras propias oraciones?

Nos podemos identificar con el fariseo en nuestras propias oraciones en aspectos como la soberbia y la autosuficiencia. En ocasiones, podemos caer en la tentación de utilizar nuestras oraciones para resaltar nuestra propia bondad y virtudes, en lugar de reconocernos como pecadores necesitados del perdón y la gracia de Dios.

El fariseo en la parábola de Jesús se jactaba en su oración diciendo: "Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo".

Cuando nos identificamos con el fariseo, nuestras oraciones pueden volverse vacías de humildad y gratitud hacia Dios. Nos concentramos más en resaltar nuestra propia justicia y en compararnos con otros, en lugar de dirigirnos a Dios con un corazón contrito y humillado.

En cambio, deberíamos aprender de la actitud del publicano en esa misma parábola, quien simplemente decía: "Dios, ten misericordia de mí, pecador". Su oración era sincera y reconocía su propia necesidad de la misericordia divina.

Por lo tanto, debemos recordar que en nuestras oraciones, debemos humillarnos ante Dios, ser conscientes de nuestras faltas y pecados, y pedir su perdón y ayuda para vivir una vida conforme a su voluntad. No debemos utilizar nuestras oraciones como una oportunidad para exaltarnos a nosotros mismos, sino para glorificar a Dios y buscar su dirección en nuestra vida.

¿Cómo podemos aplicar los principios de esta parábola en nuestro propio caminar espiritual?

Espero que estas preguntas te ayuden a profundizar y reflexionar sobre la oración del fariseo y el publicano.

La parábola del fariseo y el publicano nos enseña importantes principios para aplicar en nuestro caminar espiritual a través de la oración. Estos son algunos aspectos que podemos considerar:

1. Reconocer nuestra dependencia de Dios: El fariseo se enaltece a sí mismo en su oración, mientras que el publicano reconoce su necesidad de perdón y misericordia. En nuestro caminar espiritual, debemos humillarnos delante de Dios, reconociendo que sin Él no somos nada y necesitamos su gracia.

2. Evitar el orgullo espiritual: El fariseo se compara con otros y se jacta de sus logros, mientras menosprecia al publicano. Debemos evitar caer en el orgullo espiritual, creyendo que somos superiores a los demás debido a nuestras prácticas religiosas o conocimientos teológicos. En cambio, debemos recordar que todos somos pecadores necesitados del perdón de Dios.

3. Ser sinceros y auténticos en nuestra oración: El publicano expresa su arrepentimiento genuino y su necesidad de perdón. En nuestro caminar espiritual, debemos ser sinceros y transparentes delante de Dios, expresando nuestras preocupaciones, pecados y deseos con honestidad y humildad.

4. Buscar la misericordia y la gracia de Dios: El publicano reconoce su pecado y clama por la misericordia divina, mientras que el fariseo confía en sus propias obras. En nuestra oración, debemos buscar la gracia y la misericordia de Dios, reconociendo que no podemos obtener la salvación por méritos propios, sino que dependemos completamente de la gracia de Dios.

5. No juzgar a los demás: El fariseo critica y menosprecia al publicano, mientras que el publicano se concentra en su propia necesidad de perdón. En nuestra vida espiritual, debemos evitar juzgar o menospreciar a los demás, recordando que todos somos pecadores necesitados de la gracia de Dios.

En resumen, la parábola del fariseo y el publicano nos enseña la importancia de la humildad, la sinceridad y la dependencia de Dios en nuestra oración. Al aplicar estos principios en nuestro caminar espiritual, podremos crecer en nuestra relación con Dios y experimentar su gracia y misericordia en nuestras vidas.

En conclusión, la parábola de la oración del fariseo y el publicano nos enseña una valiosa lección sobre la humildad y la actitud correcta ante Dios en nuestras oraciones. A través de este relato, comprendemos que no basta con cumplir con rituales o aparentar una vida piadosa, sino que lo más importante es tener un corazón sincero y humilde ante el Señor. Debemos reconocer nuestras faltas y necesidades, acercándonos a Dios con humildad y confianza en su misericordia. No importa nuestra posición social, religión o logros, lo esencial es la actitud de nuestro corazón cuando nos dirigimos a Él en oración. Que esta historia nos impulse a reflexionar sobre nuestra actitud y a cultivar una relación íntima con Dios basada en la humildad y la dependencia de su gracia.

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